domingo, 25 de marzo de 2012

¿Desconfían las personas de los androides?

Un estudio reciente afirma que sí. Las réplicas humanas se asemejan y actúan casi como seres humanos, pero provocan sentimientos de desagrado. Masahiro Mori, dedicado a la investigación robótica en Japón, acuñó en la década de los setenta el término«valle inquietante» para describir este fenómeno. El «valle» es un bache en una gráfica de la aceptación de un androide que se corresponde con la pérdida de las características maquinales y la dotación de un parecido excesivo a un humano.

Tras investigar el fenómeno estudiando el cerebro de personas mientras observaban a un androide denominado Repliee Q2, un equipo internacional de investigadores ha concluído que es el desajuste perceptual entre la apariencia y el movimiento lo que provoca estos sentimientos. De hecho, todo apunta a que existe un «sistema de percepción de la acción» en el cerebro humano configurado en función de la apariencia o del movimiento propio de las personas, según publicaban los investigadores en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience.

Los científicos realizaron experimentos con 20 personas con edades comprendidas entre 20 y 36 años sin experiencia significativa en el estudio de la robótica y que no habían visitado Japón (donde culturalmente se tiende a aceptar a los androides e interactuar con ellos). Los individuos observaron vídeos en los que el robot Repliee Q2 realizaba una serie de acciones como recoger un trozo de papel, beber agua y saludar. Los individuos también observaron vídeos de las mismas acciones realizadas por el humano que había servido de modelo, así como filmaciones de una versión del androide en el que se mostraban el cableado y las piezas metálicas del mismo. Usando imágenes obtenidas por resonancia magnética, los investigadores observaron que la diferencia más importante en la respuesta cerebral ante humano y robot se producía durante el vídeo que mostraba la condición de androide. Esta actividad se producía en la corteza parietal del cerebro, en las zonas que conectan la parte que procesa los movimientos corporales con el área de la corteza motora en la que se sospecha se ubican las neuronas espejo (responsables de la empatía). 

El cerebro humano se ocupa de comprobar si se cumplen sus expectativas, si la apariencia y el movimiento soncongruentes», indicó Ayse Pinar Saygin, de la Universidad de California (Estados Unidos) y autora principal del estudio. En esencia, las personas no tienen inconveniente ante un robotque parezca humano y se mueva como tal. Tampoco lo tienen ante uno que parezca una máquina y actúe como tal. El problema surge cuando la apariencia y el movimiento no coinciden.

«A medida que aumente la presencia de robots humanoides, es posible que nuestros sistemas perceptuales se reajusten para aceptar a estos nuevos compañeros sociales», apuntan los autores en el artículo. «O quizás decidamos que no es tan buena idea construirlos a nuestra imagen y semejanza.»

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